El Director de Conservación Oceánica de la ONG Pesca Sustentable analizó el estado actual de la pesca en Chile, entregó recomendaciones a los consumidores y criticó la presencia de concesiones salmoneras dentro de áreas protegidas.
El período de Semana Santa se caracteriza por un aumento considerable en el consumo de alimentos provenientes del mar. Esto, complejiza la situación de los recursos hidrobiológicos de Chile sujetos de pesca, dado que según el informe “Estado de Situación de las Principales Pesquerías Chilenas 2023”, elaborado por la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca), de las 28 pesquerías evaluadas, 9 se encuentran en estado de sobreexplotación y 6 en condición de agotamiento. Es decir, un 53% del total se encuentra en situación crítica.
Una de las organizaciones que está involucrada en el cuidado de la pesca del país y las comunidades es la ONG Pesca Sustentable, entre sus iniciativas se encuentra Futuro Azul, “la primera herramienta en Chile que te permite conocer el nivel de impacto medioambiental de los productos del mar que consumes”.
Es en este contexto que el director de Conservación Oceánica de Pesca Sustentable, Miguel Espíndola, entrega recomendaciones para los consumidores y analiza los productos marinos con mayor y menor riesgo de sustentabilidad. El biólogo marino también recalca la importancia de conocer la trazabilidad de los productos que consumimos, todo el año pero particularmente en estas fechas, promoviendo el consumo de productos provenientes de la pesca artesanal.
- ¿Por qué es importante poner atención al origen de los productos del mar que consumimos, especialmente en fechas como Semana Santa?
Ésta es una de las fechas de mayor consumo de productos del mar en Chile. Según una publicación reciente del Ministerio de Salud, alrededor del 25% del consumo anual de alimentos marinos se concentra en este período, lo que genera una presión significativa sobre las pesquerías, muchas de las cuales no están bien reguladas o fiscalizadas. Este aumento en la demanda también puede fomentar la proliferación de mercados ilegales, donde se comercializan productos sin trazabilidad ni respeto por las normativas vigentes.
Por eso, poner atención al origen de lo que consumimos es clave. Nos permite apoyar aquellas pesquerías y organizaciones que están haciendo las cosas bien: que respetan las vedas, las tallas mínimas de extracción y que son gestionadas de forma sustentable.
En esa línea, iniciativas como la Fundación Mi Caleta buscan precisamente fortalecer ese vínculo entre quienes producen responsablemente —como pescadores artesanales y recolectores de orilla— y los consumidores finales. Su objetivo es desarrollar un mercado de productos del mar con origen artesanal, sostenible y que contribuya al desarrollo justo de las comunidades costeras. Elegir productos con estas características no sólo ayuda a conservar nuestros ecosistemas marinos, también apoya a quienes han hecho de la pesca responsable una forma de vida.
- ¿Qué cambios legales o regulatorios consideran urgentes para proteger efectivamente las áreas marinas?
Es urgente generar mayor claridad jurídica respecto de la realización de actividades productivas de alto impacto ambiental, como la salmonicultura, al interior de áreas marinas protegidas. En el caso específico de parques y reservas marinas, que son las herramientas de conservación más estrictas que contempla nuestro marco normativo, cabe preguntarse: Si como sociedad ya se tomó la decisión de establecer un área para la conservación ¿por qué se siguen permitiendo actividades que claramente entran en conflicto con los objetivos de protección?
La respuesta regulatoria debería ser coherente con esa decisión. Esto implica que la exclusión de actividades extractivas industriales o de alto impacto no debiera quedar sujeta a interpretaciones, sino establecida con claridad en la legislación y en la normativa aplicable a estas categorías.
De manera similar, en las Áreas de Conservación de Múltiples Usos (ACMU), donde se reconoce la posibilidad de coexistencia entre conservación y ciertas actividades humanas, es fundamental que toda actividad productiva que implique impactos significativos se evalúe y acuerde en el marco de los planes de manejo participativos de dichas áreas. Esto no sólo permite alinear su operación con los objetivos de conservación, sino también entrega certeza jurídica a los privados, estableciendo de antemano qué usos son compatibles y bajo qué condiciones.
En síntesis, avanzar en coherencia normativa, fortaleciendo el rol de los planes de manejo y restringiendo con claridad legal las actividades incompatibles en áreas protegidas, es un paso esencial para asegurar la eficacia de nuestras herramientas de conservación marina.
- ¿Qué riesgos implica la salmonicultura dentro de áreas protegidas para los ecosistemas marinos y costeros?
Éstos son múltiples y graves. No se trata de impactos hipotéticos, sino de efectos ampliamente documentados por estudios técnicos y evidencia científica. Estamos hablando del impacto ambiental provocado por escapes masivos de especies exóticas, uso intensivo de antibióticos y otros fármacos, incremento en la concentración de nutrientes, y pérdida de biodiversidad local.
Estos impactos han sido descritos en profundidad en investigaciones financiadas por el Fondo de Investigación en Pesca y Acuicultura (FIPA) de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, así como en numerosas publicaciones científicas revisadas por pares. Por lo tanto, no hablamos de suposiciones, sino de efectos concretos y verificables sobre los ecosistemas marinos y costeros.
A esto se suma un historial de incumplimientos ambientales por parte de la industria. Según datos de la Superintendencia del Medio Ambiente, se han abierto numerosos procesos sancionatorios por malas prácticas en la salmonicultura. De hecho, aproximadamente el 10% de los procesos de fiscalización termina en sanciones por incumplimiento, lo que refleja un patrón persistente y sistemático de vulneración a las regulaciones ambientales.
Además, la instalación de centros de cultivo modifica el uso del espacio marino, afectando actividades como la pesca artesanal o el turismo de naturaleza. En zonas especialmente frágiles como los fiordos de la Patagonia, esta presión puede llevar a una degradación irreversible de ecosistemas únicos, contradiciendo el propósito mismo de las áreas protegidas.
- En el contexto de Chile, ¿qué especies tienen menor y mayor riesgo de sustentabilidad?
Las especies con menor riesgo de sustentabilidad suelen provenir de pesquerías reguladas, con control de esfuerzo, monitoreo y participación activa de las comunidades costeras. Un buen ejemplo son aquéllas extraídas desde áreas de manejo, como los locos, lapas y erizos, donde las organizaciones de pescadores artesanales participan en esquemas de co-gestión. Estas organizaciones financian estudios de seguimiento, elaboran planes de extracción, y solicitan cuotas de captura en función de la capacidad productiva de cada área, con el objetivo de mantener la sustentabilidad ambiental y socioeconómica del territorio.
Otras pesquerías que presentan bajo riesgo ambiental, según nuestros análisis, incluyen a la jibia, un recurso no tan valorado localmente, pero con alta demanda internacional —especialmente en España y Japón— debido a sus propiedades nutricionales y organolépticas. En este contexto, es clave promover el redescubrimiento culinario de especies subvaloradas, muchas veces estigmatizadas como de bajo valor gastronómico. Por suerte, cada vez más chefs y restaurantes están impulsando su valorización.
También destacamos como alternativas sostenibles al pulpo del norte (Octopus mimus) , a la albacora o pez espada (Xiphias gladius). Ambas especies tienen temporadas de buena disponibilidad, precios accesibles y son altamente versátiles en la cocina nacional.
Por el contrario, entre las especies de mayor riesgo de sustentabilidad se encuentran aquellas que han sido históricamente sobreexplotadas o están mal reguladas, como el congrio dorado y la merluza común. Aunque ha habido avances en su gestión, estas pesquerías todavía enfrentan desafíos importantes y requieren un monitoreo continuo.
En general, desde Futuro Azul recomendamos preguntar siempre por el origen de los productos del mar que consumimos, y privilegiar aquellos provenientes de la pesca artesanal. No sólo por su alta calidad y menor impacto ambiental, gracias a métodos de pesca más selectivos, sino porque su consumo permite retribuir directamente a los pescadores artesanales, fortaleciendo las economías locales y promoviendo un desarrollo más justo y equitativo para las comunidades costeras del país.
Respecto al salmón de cultivo, desde Futuro Azul no lo incluimos dentro de las especies recomendadas. Si bien no contamos aún con una métrica propia para evaluar su impacto ambiental dentro de nuestra plataforma, nuestra recomendación se orienta a favorecer el consumo de especies nativas, extraídas por pescadores artesanales con buenas prácticas. El cultivo intensivo de salmones, destinado principalmente al mercado de exportación, no beneficia directamente a las comunidades costeras locales, y la información científica disponible muestra que se trata de una actividad que está lejos de mantener una huella ambiental aceptable. Por estas razones, no recomendamos su consumo, ya que va en contra de los principios de sustentabilidad y justicia territorial que promovemos como organización.
- ¿Qué rol tienen las comunidades costeras en la protección de los océanos?
Cumplen un rol fundamental. No sólo habitan estos territorios, también son las primeras instancias de decisión frente a lo que ocurre en sus espacios marinos. A través de acuerdos comunitarios, normas locales y prácticas tradicionales, estas comunidades han construido formas propias de gestionar y cuidar el mar, muchas veces antecediendo o incluso dando origen a políticas formales del Estado.
En Chile han sido protagonistas en la implementación de Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) y otras iniciativas como los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios (ECMPO) y las Áreas de Conservación de Múltiples Usos (ACMU). Estas experiencias demuestran que la gestión territorial participativa, con base en el conocimiento local y los vínculos culturales con el mar, es eficaz para conservar la biodiversidad, fortalecer la sostenibilidad de la pesca artesanal y garantizar el bienestar de las comunidades.
El último informe de la FAO sobre el estado de las pesquerías y la acuicultura mundial (SOFIA) refuerza esta mirada: señala que la pesca a pequeña escala representa el 40% de las capturas mundiales y sustenta al 90% de la mano de obra en la pesca de captura, con un 40% de participación femenina en la cadena de valor de los productos acuáticos. Esto demuestra que la pesca artesanal no sólo es clave para la seguridad alimentaria, también un pilar de equidad, autonomía y justicia territorial.
Hoy, el gran desafío es fortalecer la gobernanza local, garantizar el respeto a los derechos de uso consuetudinario y apoyar la diversificación productiva sostenible. Desde la iniciativa Futuro Azul, impulsada por ONG Pesca Sustentable, promovemos herramientas que visibilizan buenas prácticas y aportan información para un consumo responsable. Pero también buscamos contribuir a una conversación más amplia: la conservación marina no puede entenderse de manera aislada, sino integrada al desarrollo, la equidad y la justicia para las comunidades costeras. Estas comunidades no sólo protegen los océanos: son parte esencial de su futuro. Por ello, su participación activa y su reconocimiento como centros de decisión territorial son fundamentales para lograr una sostenibilidad real y duradera.
- ¿Dónde pueden informarse las personas que quieran hacer un consumo responsable de productos del mar?
Los invitamos a visitar Futuro Azul (www.futuroazul.org), una herramienta gratuita que evalúa el impacto ambiental de distintas especies marinas según su origen y método de pesca y entrega recomendaciones de compra.
Por ejemplo, si vas a comprar pescado y quieres elegir entre merluza, albacora y reineta, puedes buscar cada una de ellas en esta plataforma y descubrir en qué condiciones se encuentra: si su población está en niveles saludables o si presenta signos de sobreexplotación; si existen regulaciones y medidas administrativas efectivas; y si el arte de pesca utilizado para su extracción daña a los ecosistemas o afecta a otras especies.
Además, creemos que la legalidad también es un punto importante a la hora de consumir productos del mar. Para eso existe el Sello Azul de Sernapesca, que reconoce a la pesca legal. Ambas iniciativas son complementarias y contribuyen a que las personas puedan acceder a información confiable que les permita incorporar a la sustentabilidad de los ecosistemas marinos en sus decisiones de compra.
- Por último, ¿cuál es el mensaje principal que desde Futuro Azul quieren transmitir a la ciudadanía en estas fechas?
Las decisiones que tomamos al elegir productos del mar sí importan. Cada vez que optamos por especies sustentables y apoyamos prácticas pesqueras responsables, estamos cuidando los océanos y asegurando que las futuras generaciones también puedan disfrutar de sus beneficios.
Sabemos que la sustentabilidad de los alimentos del mar es un desafío complejo, con múltiples dimensiones que deben abordarse desde distintos ámbitos, sin embargo, desde nuestro trabajo queremos poner el foco en el rol de las personas como agentes de cambio. Invitamos a los consumidores a ser parte activa de este desafío, porque a medida que crece este movimiento ciudadano, se vuelve más viable que toda la cadena de suministro se sume y avance hacia una pesca más responsable y consciente.