Por: Patricio Segura Ortiz [Leer nota biobiochile]
Recientemente, el director de Comunicaciones y Asuntos Públicos de Ventisqueros (Productos del Mar Ventisqueros S.A.), Agustín Waidele, se refirió en una columna en este medio a lo que calificó de “la verdad sobre la salmonicultura en Chile” y convoca al país a “hacerse cargo”. En el texto, apuntó a la necesidad de “un debate informado y basado en hechos”. No podemos estar más de acuerdo con tal afirmación.
Por lo anterior, aportamos a ese llamado abordando los hechos.
La salmonicultura en áreas protegidas
Entre 1990 y 2023, el crecimiento de la industria salmonera ha sido cuantioso. Pasaron de una producción global cercana a las 28 mil toneladas a más de un millón en 2023. Este acelerado crecimiento ha generado múltiples consecuencias.
Según un estudio realizado por Fundación Terram, en Chile existe un total de 408 concesiones otorgadas dentro de las distintas categorías de áreas protegidas. De estas, 399 están completamente en su interior, mientras que 9 solo una parte. Esto indicaría que un 30% del número total de concesiones que se encuentran otorgadas (1.380) estarían parcial o totalmente dentro de un espacio protegido.
Muchas de ellas se instalaron en forma posterior a la creación de estas áreas, como el caso del Parque Nacional Laguna San Rafael, que data desde el 17 de junio de 1959, cuando esta industria acuícola ni siquiera existía como actividad productiva en el país. Y eso ocurre en múltiples otros polígonos.
El fondo marino como un gran vertedero
La actividad salmonera ha generado la degradación del fondo marino, alterando ecosistemas sensibles y disminuyendo la biodiversidad. La acumulación de sedimentos, residuos orgánicos y la constante actividad en estas áreas han dejado huellas irreversibles en sectores en la Patagonia chilena, afectando la salud y el equilibrio natural de estos ambientes.
Según un informe elaborado por la Biblioteca del Congreso Nacional de 2020, basado en investigaciones previas, “en Chile la generación de lodos llega a 1.4 t por cada tonelada de salmón producido, constituidos principalmente por desechos orgánicos, (excretas y alimento no consumido) los que tal como se ha señalado, se acumulan en los fondos marinos o lacustres, representando una amenaza a la eficiencia productiva de la salmonicultura y una contaminación potencial para el medio acuático”. Y este “enriquecimiento orgánico (y la mayor actividad microbiana asociada con su descomposición) pueden alterar drásticamente la química y la ecología del fondo marino debajo de la balsa jaula”.