El debate sobre la salmonicultura en Chile debe trascender las narrativas de estancamiento y enfocarse en construir un modelo que priorice el interés público, proteja los bienes nacionales y respete los límites ecológicos.
En su réplica a nuestra columna sobre el supuesto estancamiento de la producción salmonera en Chile, Joaquín Sierpe, economista de Pivotes, señala que la moratoria al otorgamiento de nuevas concesiones salmoneras establecida en 2010 tras la crisis del virus ISA, sería un factor en el estancamiento de la industria.
Esta es una interpretación que no se ajusta a la realidad, por lo cual es necesario contextualizar su origen, junto con aclarar los mecanismos por los cuales, aun con esta moratoria, la industria no dejó de crecer.
La moratoria no es una simple medida “gravosa” como se plantea, sino que surge en respuesta a una grave crisis sanitaria causada por el brote del virus ISA, iniciada a mediados de 2007.
Diversos estudios han evidenciado que dicha crisis estuvo asociada a la expansión descontrolada de la industria y a la concentración espacial de las operaciones, factores claves que contribuyeron a la propagación de esta enfermedad. Por tanto, presentar las moratorias como un obstáculo aislado es desconocer su origen en la necesidad de frenar un modelo insostenible.
Sin embargo, incluso bajo estas restricciones, las cifras muestran que la industria ha mantenido un crecimiento significativo en producción, incluso después del establecimiento de las moratorias, tal como detallaremos más adelante.
Desde Pivotes señalan que las concesiones salmoneras otorgadas desde 2010 corresponden a solicitudes previas a la implementación de las moratorias, sugiriendo que esto limita la interpretación de crecimiento. Sin embargo, esto no invalida que el número total de concesiones otorgadas haya continuado creciendo hasta saturar los espacios disponibles establecidos a través de las Áreas Apropiadas para la Acuicultura (AAA), pasando de un total de 1.108 concesiones otorgadas en 2009 (antes de la moratoria) a 1.380 en 2023, en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes, lo que equivale a 272 nuevas concesiones.
¿Estancamiento o crecimiento?
Respecto al crecimiento de las cosechas, es importante precisar lo siguiente: los datos del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (SERNAPESCA) muestran que desde 2019, considerando la tasa interanual, las cosechas han aumentado todos los años. Salvo en 2021, cuando disminuyeron un 8%.
No obstante, es evidente que la tasa de crecimiento interanual actual de las cosechas es significativamente menor a la de décadas anteriores, cuando la industria se expandía de manera desregulada. Como por ejemplo, a inicio del 2000, cuando superó el 40% interanual, lo que justamente generó las condiciones óptimas para el desarrollo de la crisis sanitaria.
En otras palabras, el reclamo por un supuesto estancamiento no es por ausencia de crecimiento en la industria salmonera, sino porque este no se ajusta a una expectativa de rentabilidad que al parecer no quiere asumir límites por factores ambientales y sanitarios, lo cual refleja una visión cortoplacista y peligrosa por su relación voraz con la naturaleza.
Las contradicciones
Pivotes presenta una contradicción en sus argumentos al afirmar que las cosechas no han crecido desde 2019 y, al mismo tiempo, que el supuesto crecimiento se debe a una disminución en la mortalidad y escapes. Entonces, ¿hay crecimiento o no? Independientemente de esta incoherencia, los datos no respaldan su afirmación de que la reducción de mortalidad y escapes es la principal causa de un incremento en la producción.
Para ejemplificar esto, tomemos los datos del SERNAPESCA sobre mortalidad y escapes de salmones durante el período 2016-2024. Al analizar este periodo vemos que el 2019 destaca como el año con la mayor reducción de ambos eventos en conjunto (mortalidad y escapes), respecto del año anterior. Si asumimos que esta disminución se tradujo directamente en cosechas adicionales, la reducción en mortalidad y escapes habría contribuido con aproximadamente 5.667 toneladas ese año.
Esta cifra representa una fracción mínima en comparación con las 989 mil toneladas cosechadas en 2019, considerando que este año las cosechas crecieron en un 7% (65.646 toneladas) respecto del 2018. Por lo tanto, la afirmación establecida por Pivotes de que el crecimiento se debe a mejores prácticas ambientales en operación, lo que se traduciría en menores escapes y mortalidad, carece de fundamento.
Por el contrario, lo que sí ha contribuido de manera significativa a aumentar la producción de esta industria, más allá de la entrega de nuevas concesiones, son los constantes aumentos de biomasa (producción) en centros de cultivos a través de modificación de las Resoluciones de Calificación Ambiental (RCA) y sin realizar Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Solo como ejemplo, dentro del Área de Conservación de Múltiples Usos “Fiordo Comau- San Ignacio de Huinay” (ACS 17A) hemos identificado 10 centros con aumento de biomasa, todos posterior a la crisis del virus ISA. En promedio aumentaron su límite de producción en un 237% de lo autorizado originalmente, lo que se traduce en una mayor presión sobre el ecosistema al aumentar el ingreso de nutrientes por mayor feca de peces y alimento no ingerido. Todo esto, en una zona de baja circulación de las aguas.
Cabe destacar que el Fiordo Comau, que se ubica en la Patagonia chilena, es casi el único lugar del mundo donde el coral de agua fría Desmophyllum dianthus se le puede encontrar a tan solo cinco metros de profundidad y donde hace algunos años científicos afirmaban que esta área protegida se encuentra “muy degradada” debido a los impactos de las concesiones salmoneras que se encuentran en su interior y a los efectos del avance del cambio climático.
Incumplimientos ambientales en la industria salmonera
En cuanto a los incumplimientos ambientales, no es algo que “sugiramos”, como señala Pivotes, sino que afirmamos con base en evidencia, como es la información de los organismos públicos encargados de fiscalizar y sancionar.
Existen antecedentes claros que demuestran que la industria salmonera opera frecuentemente fuera de la normativa ambiental. Por ejemplo, solo en áreas protegidas, específicamente en las Reservas Nacionales Las Guaitecas y Kawésqar, una parte importante de la producción excedió los límites permitidos.
En estas zonas, según recientes reportajes elaborados por Fundación Terram, se detectó que en el periodo 2013-2023, nueve empresas cosecharon más de 67 mil toneladas de salmones por sobre lo autorizado en sus RCA, distribuido en 95 ciclos productivos, lo que muestra un patrón de incumplimiento sistemático de esta industria y no un simple impacto ambiental como cualquier otra actividad, como lo plantean desde Pivotes.
Estos incumplimientos, sumados a aquellos que sí ha detectado la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) y todos aquellos que no se han sancionado a nivel nacional, contribuyen de manera mucho más significativa al crecimiento experimentado por esta industria que la disminución de los escapes y las mortalidades, como argumentan desde Pivotes.
Sobre la sostenibilidad y el futuro de la industria salmonera
Finalmente, sobre la constante comparación con Noruega, cabe señalar que dicho país ocupa los primeros lugares en el Índice de Desempeño Ambiental de Yale porque opera bajo estándares mucho más estrictos que los de Chile. Sin embargo, incluso en Noruega, la expansión de la salmonicultura ha generado conflictos ambientales y sociales. Pretender replicar su modelo sin abordar los problemas estructurales de la industria chilena, como los sistemáticos incumplimientos ambientales con sus efectos y la falta de fiscalización efectiva, entre mucho otros, no es una ruta sostenible.
El debate sobre la industria salmonera en Chile debe trascender las narrativas de estancamiento y enfocarse en construir un modelo que priorice el interés público, proteja los bienes nacionales y respete los límites ecológicos.